Manuel asiste a una junta muy importante con los directivos de su empresa en la cual se discute un problema técnico que se necesita resolver lo más pronto posible. Piden soluciones y propuestas. Manuel tiene una, pero piensa que no es tan buena. Le da pena tomar la palabra, se apantalla con los puestos de los que están ahí y finalmente se queda callado. Días después se contrata a una empresa externa que cobra una fortuna y propone la idea exactamente como la había pensado Manuel. Cecilia ha sido siempre una estudiante brillante, sus calificaciones desde niña han sido excelentes. Por fin llega la hora de su examen profesional...oral. Cecilia se considera tímida y siempre ha tenido la intención de superar este problema, ir a terapia o tomar un curso. No lo hace. El día de su examen se pone nerviosa ante las preguntas de los sinodales y la presión de quedar bien con su familia y amigos. No contesta bien, se enreda, se le olvidan datos que se sabía de memoria. Falla y reprueba. Roberto ama a su hija Fernanda que cumplirá en unos días 15 años. Siempre han tenido la ilusión de hacer una gran fiesta. Preparan un gran evento y Fernanda le pide a su papá que diga unas palabras. Roberto acepta a pesar de que nunca le ha gustado hablar en público y piensa que solamente los "tocados por los dioses" lo pueden hacer bien. Llega el día. Roberto lleva una guía de los puntos que quiere mencionar. Le tiemblan las manos y las piernas. Ve a tanta gente ahí y a su hija que esperan un discurso según el perfecto. La gente sólo quiere oír a un papá hablándole a su hija. Roberto siente la boca seca, taquicardia, sudor. Se paraliza. Se disculpa y no lo hace. La tensión que se crea y la pena ajena hacen que la celebración no sea lo que se imaginó. Patricia es arquitecta. Hay un concurso para un proyecto que si lo gana, cambiará su vida y será un trampolín maravilloso en su carrera. Se inscribe, se prepara por meses, hace maquetas, planos y una presentación espectacular. Llega el día. Empieza su presentación y cuando se agacha para levantar y poner en la mesa una maqueta, su pantalón se rasga notoriamente. Se pone nerviosa, va al baño, no hay manera de arreglar el pantalón. Escucha risas en el salón donde el 90% eran hombres y esto la inhibe. Se disculpa y se va, prometiendo regresar en un par de horas. No regresa. Días después le llaman para que vaya a recoger su material y le informan que los encargados de tomar la decisión le echaron un ojo a sus planos y maquetas. No tenía competencia. Se hubiera llevado el proyecto con los ojos cerrados, era por mucho el mejor. Se discutió si era conveniente llamarla y darle una segunda oportunidad, pero finalmente no lo hacen pensando que si Patricia no había podido manejar un imprevisto tan insignificante, cualquier problema que se presentara en la ejecución del proyecto no lo podría enfrentar y solucionar. Estas son solamente algunas de las miles de historias que hemos escuchado en el Curso LA PALABRA a lo largo de 31 años. Historias como estas se presentan diariamente y es desconsolador ver que muchas personas pierden grandes oportunidades en el ámbito profesional y personal por no tener seguridad y aplomo para enfrentar cualquier público y disfrutar el poder de una comunicación poderosa y efectiva. Es tu oportunidad de cerrar con broche de oro este año tan singular y que, a pesar de todo, podamos hacer algo positivo que nos brinde beneficios y nos deje un buen sabor de boca. Te invitamos a aprender y divertirte en un ambiente de máxima seguridad y privacidad. Pregunta por nuestro estricto Protocolo Covid y visita nuestras instalaciones de forma virtual. |
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